Patterson, el menor de una familia numerosa, encauzó su futuro el día en que su camino se cruzó con el de un viejo conocido: Cus D'amato. El célebre entrenador tomó las riendas de la vida de Patterson y le convirtió en un campeón del mundo con un perfil poco habitual: el de un boxeador que reconocía sentir miedo a la derrota.
Quizás fue ese miedo el que le hizo coger un avión, disfrazado, y acabar en Madrid. En la capital de España, donde digirió una de sus peores derrotas, se camufló entre la gente antes de volver a Estados Unidos, esperando que los mismos que le habían insultado días antes, se hubiesen olvidado de todo: de su combate; de su miedo.